MAHOMA, fundador del Islamismo, el profeta, el mercador, el profesor, el creador de un estilo de vida correcto.
Mahoma, también llamado Muhammad, Mohammed o Mahomet, fue un profeta árabe que vivió entre los años 575 y 632. Fue el fundador de la religión musulmana y el último de una cadena de profetas que fueron enviados por Dios para actualizar su mensaje. Nacido en una familia pobre de una tribu noble de Quraish, Mahoma, quedó huérfano a los seis años y fue adoptado por un tío paterno llamado Abú Talib. Éste era comerciante y Mahoma lo acompañaba en sus viajes de negocio. El profeta trabajó como mercader en la ruta entre Damasco y La Meca al servicio de Jadiya. Ella era una viuda rica, veinte años mayor que Mahoma. Sin embargo, a pesar de la diferencia de edad, en el año 595 se casaron. Su matrimonio le ayudó a tener un puesto más alto en la escala social, ya que era analfabeto, y empezó a ser un comerciante respetado. A los cuarenta años, se retiró al desierto donde pasaba días enteros en una cueva del monte Hira. Allí recibió la primera visita del ángel Gabriel, el que le traía un mensaje de Alá donde le ordenaba memorizar y recitar los versos enviados por Dios. Estos, posteriormente, quedaron plasmados en el Corán. Además, el arcángel le dijo que él era el último de una serie de profetas y que debía dedicarse a divulgar la palabra de Dios. Jadiya lo impulsó para que predicara en su ciudad natal, La Meca. Allí se presentaba como el continuador del mensaje que alguna vez habían dado a conocer Abraham, Moisés y Jesucristo. Los seguidores del profeta solían venir de los lugares más pobres de los centros urbanos, y poco a poco, fue ganándose la enemistad de los más ricos. Cuando la masa que lo seguía se volvió más grande, las autoridades comenzaron a considerarlo una amenaza y se iniciaron persecuciones en su contra. Cuando la situación era insostenible, huyó a Medina. A su huida se le llama Hégira y se le considera la fecha fundacional de la era islámica. En Medina, intentó acercarse a la comunidad judía, pero fue rechazado por la manera diferente en que interpretaba las Escrituras. Desde ahí data el cambio de orientación de la oración musulmana: si antes se hacía hacia Jerusalén, se cambió en el sentido de La Meca. Durante el mismo período fue que surgió el concepto de Guerra Santa no como base de la religion musulmana sino por unos pocos. Con el fin de convertir a los fieles a la religión musulmana, vieron en el uso de la fuerza un medio legítimo para captar a más seguidores. A la muerte de Mahoma, el ejército musulmán había unificado a la Península Arábica y la había convertido a la religión islámica. Como Mahoma no sabía escribir, confiaba las palabras del Corán a los hafiz o memoriones. Ellos eran obligados a repetir incansablemente la verdad revelada que se plasmaría en el libro sagrado musulmán. Fueron los discípulos del poeta quienes la transcribieron al papel. Hasta la fecha, los musulmanes profesan amor y veneración por Mahoma, aunque no adoración religiosa. Para hablar de él, su nombre siempre tiene que estar precedido por la palabra profeta, y seguido por la frase "bendígale Dios y le dé su paz" o por "la paz y la oración estén con él".
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